El tema de las adecuaciones curriculares es muy común en el
ámbito de la educación especial, no así en educación regular, en la cual se
generan procesos de enseñanza y aprendizaje dirigidos al grupo en general sin
tomar en cuenta las diferencias individuales y las necesidades que en un
momento determinado cualquier estudiante pudiera presentar.
Entre los motivos que pudieran estar en la base de estos
modelos educativos dirigidos a la “enseñanza colectiva” pudiéramos señalar: a)
prevalencia del enfoque Taylorista de los centros educativos, caracterizada por
la sobrestimación de lograr la mayor productividad, en el menor tiempo y con el
menor empleo de recursos posible (Martín, 2007); b) escasez de recursos y
materiales para el aprendizaje; c) poca capacitación del profesorado en
estrategias de aprendizaje diferenciadas; d) excesivos controles
administrativos tendentes a asegurar el cumplimiento del currículo más que
propiciar aprendizajes significativos; e) sobrevaloración de un único tipo de
inteligencia (memorística); f) sistema de evaluación basado en enfoques
positivistas; g) valoración del educando en una sola dimensión (académica) en
detrimento del desarrollo integral; h) uniformidad en la selección de métodos
de enseñanza que no toman en cuenta los estilos de aprendizaje de los
educandos.
En el caso de educandos con necesidades educativas
especiales, con alguna discapacidad o con alguna dificultad de aprendizaje,
aprovechar los aprendizajes escolares u obtener éxito en la escuela regular
constituye una tarea titánica, puesto que la escuela, tal y como se ha
planteado en el párrafo anterior, constituye un obstáculo para cualquier
individuo que no se ajuste a la “norma” y que no esté en capacidad de ajustarse
a ese sistema de cosas.
Ante el escenario real,
en el cual los educandos manifiestan diferencias en la apropiación de los
conocimientos, se requiere que la escuela garantice que a cada estudiante se le
proporcionarán las herramientas y estrategias que les permitan adquirir esos
aprendizajes desde sus potencialidades o fortalezas; contribuyendo así la igualdad
de oportunidades.
¿Qué se entiende por
adecuaciones curriculares?
Seguramente han escuchado con frecuencia este término o el
término adaptaciones curriculares, pues bien, las adecuaciones curriculares son
las decisiones y acciones planificadas que se diseñan e implementan con el fin
de aplicar un currículo más adecuado a las necesidades y posibilidades reales
de los educandos.
Las adaptaciones curriculares no son en ningún caso, una
disminución de las exigencias propias de los aprendizajes programados para cada
grado escolar, sino, que consisten en la definición de distintos caminos o
estrategias, para posibilitar que “todos” los estudiantes puedan lograr esos
aprendizajes desde sus condiciones particulares.
Para Ford, Davern y Schonrr (1999), no es otra cosa que
apostar por una educación inclusiva, dando sentido al currículo. La escuela tal
y como se concibe tradicionalmente es segregadora, promueve la “competencia”
entre los estudiantes y excluye al que no logra aprehender el currículo. La
escuela inclusiva por el contrario es abierta a la diversidad, promueve la
cooperación e incluye adaptaciones para que todos puedan aprovechar al máximo
el currículo escolar.
Tomaremos como referencia para el análisis que sigue, los
planteamientos de las autoras antes mencionadas, Ford, et ál. (1999), quienes citando
a Goodlad, señalan cinco claves para realizar adecuaciones curriculares
inclusivas:
- Tomar en cuenta los objetivos generales de la educación
- Crear un marco curricular común
- Ofrecer un currículo significativo
- Medir los resultados basándose en el rendimiento individual
- Reconocer la fuerza del currículo oculto.
- Tomar en cuenta los objetivos generales de la educación:
Se refiere a la toma de conciencia acerca de los objetivos
generales de la educación, es decir,
dar su justo valor a los contenidos y asignaturas escolares, y al desarrollo
integral de del educando. Con mucha
frecuencia la escuela y el profesorado olvidan la formación del ser humano
integral, holística, el desarrollo de competencias sociales, el desarrollo
personal, la conciencia ciudadana, el sentirse parte de una comunidad que es
diversa, la resolución de problemas y conflictos cotidianos, el reconocimiento
del arte y la cultura.
Poco o nada se logra en la escuela si nos limitamos a enseñar
matemáticas aisladas de la realidad, actualmente he observado cómo se salta
cada vez más rápido de lo concreto a lo abstracto. Cada vez menos, los niños de
educación inicial manipulan objetos, cuentan con los dedos, comparan objetos,
manipulan granos, arroz, plastilina; se pasa muy rápidamente a la escritura de
los números sin haber realizado suficientes actividades de aprestamiento.
Por otra parte, el bulling, el acoso, la anarquía y los
problemas de conducta en general están llenando nuestras escuelas, estamos
fracasando en la formación de seres humanos tolerantes, respetuosos,
conscientes de su rol social. Formamos personas egoístas al hacerles competir
por una mayor calificación, en lugar de fomentar la colaboración entre
pares.
De manera que la planificación del docente tanto la general
como las adecuaciones curriculares, no deben enfocarse solo en los contenidos
académicos, sino en el desarrollo de esos grandes objetivos de la educación que
han sido encargados a la escuela.
- Crear un marco curricular común.
Toma de conciencia de “todos” los educandos con sus
potencialidades y limitaciones a la hora de realizar la planificación. Esto
implica que en su planificación tanto general como específica, el docente
deberá contemplar secuencias de aprendizaje y estrategias diversas para
aquellos educandos que así lo requieran, pero sin alejarse del objetivo
planteado para el grupo.
En la práctica se observa que en el caso de los docentes
especialistas en dificultades de aprendizaje (DA) que trabajan en aulas
integradas o en unidades psicoeducativas (UPE), su planificación es distinta a
la del docente regular, este trabajo segmentado de la acción del docente
especialista respecto a la acción del docente regular en nada ayuda a los
educandos con DA o que presentan necesidades educativas especiales, o con
alguna discapacidad. Se requiere que se genere un trabajo interdisciplinario
coordinado entre todos los especialistas con que cuenta la escuela a la hora de
planificar la acción educativa.
En muchos casos el estudiante con dificultades de aprendizaje
recibe atención diferenciada en el aula integrada o en la UPE, pero al volver
al salón de clases no hay continuidad, vuelve a quedar aislado de la
planificación cuando no logra comprender lo que se espera de él.
Definitivamente es un trabajo adicional para el docente regular, pero
necesario, ya que nuestros niños se ven relegados en las aulas al no contar con
las capacidades o habilidades, el tiempo extra, la explicación adicional, la
estimulación de diversos canales sensoriales; sino que debe enfrentarse a una
tarea que ha sido pensada para el grupo sin tomar en cuenta sus necesidades
especiales.
- Ofrecer un currículo significativo
Tradicionalmente la planificación docente se centra en
objetivos y contenidos evaluables carentes de sentido práctico para nuestros
educandos, el niño no sabe para que escribe. En los primeros grados el docente
se enfoca en aspectos minuciosos como la pulcritud del cuaderno, los márgenes,
el tamaño de la letra, la puntuación, la fuerza del trazado, mientras se descuida
la enseñanza de la escritura como un medio para comunicarse. Muchos niños
desarrollan dificultades de escritura por la tensión ante las exigencias del
maestro por la forma, más que por el fondo mismo, el para qué sirve la
escritura.
Lo mismo sucede con los aprendizajes matemáticos, es más
importante la precisión y rapidez con que el educando resuelve ejercicios
matemáticos abstractos, que la comprensión y asimilación de los procesos
matemáticos. Los niños en primer grado resuelven correctamente sumas de hasta
dos cifras, sin llevar, pero no comprenden, no son capaces de entender para que
sirve aquel aprendizaje. A esto se suma, la excesiva importancia que se otorga
a la memoria, memorizar tablas y castigar el uso de los dedos o cualquier tipo
de material concreto para contar.
- Medir los resultados basándose en el rendimiento individual
Implica el empleo de estrategias de evaluación que nos
aporten información acerca de los procesos que realizan los estudiantes, que
promuevan el desarrollo del pensamiento, que generen posibilidades para
resolver problemas; que nos señalen realmente cómo es la actuación del
estudiante.
Como hemos señalado antes, si los contenidos escolares no son
significativos y no responden a la experiencia del estudiante muy difícilmente
podrán constituirse en aprendizajes verdaderos, que generen nuevas conexiones
con aprendizajes previos para generar estructuras mentales sólidas.
Para generar procesos inclusivos desde el proceso de
evaluación, se requiere tomar en cuenta las diferencias individuales, de manera
especial si se tienen niños integrados en las aulas regulares. No se trata de
condescendencia, sino de tomar en cuenta el esfuerzo y posibilidades reales de
los estudiantes. Recuerdo aquella caricatura en que el docente señala que para
ser justo aplicará la misma estrategia a todos: subir a un árbol; mientras los
alumnos eran todos distintos: monos, elefantes, jirafas, ardillas…
De manera que las estrategias de evaluación que se emplean
deben ser ajustadas a la planificación que previamente se ha hecho tomando en
cuenta las adaptaciones curriculares. En este sentido, el trabajo
interdisciplinario entre docentes especialistas y docentes regulares es
fundamental.
- Reconocer la fuerza del currículo oculto
Las autoras que nos han servido de referencia, señalan la
importancia que tiene el clima que se propicia en el aula, con una serie de
aprendizajes “implícitos” “tácitos” que se van generando en los estudiantes. En
este sentido el rol del docente es fundamental, ¿qué tipo de ambiente escolar
estamos promoviendo?, ¿un ambiente de colaboración y cooperación?, ¿de apertura
a la diversidad?, ¿de respeto y tolerancia?; ¿o un espacio en el cual se
promueve la competencia?, ¿la sobrevaloración de un solo tipo de inteligencia?,
¿el premio a los “académicamente superiores”?
Todas estas acciones conllevan a generar en nuestros niños
una conciencia de lo socialmente aceptable, que va más allá del currículo
planificado; estos elementos o estas vivencias que el niño experimenta en la escuela,
es lo que se conoce como currículo oculto. Es tan importante el ambiente que
generamos, para enviar a los niños el mensaje correcto, pues a veces sin querer,
estamos promoviendo dentro de nuestras aulas de clase, verdaderos escenarios de
exclusión y etiquetamiento. ¿Cuántas veces hemos dicho: al que termine primero
le doy un caramelo o una cara feliz?; lo que va generando en los niños que
requieren más tiempo la idea de que ellos no sirven.
De manera, que en nuestro rol docente debemos hacernos
conscientes del importante valor que ejerce el currículo oculto en todos los
niños, pero particularmente en aquellos con necesidades educativas especiales.
Cambiemos nuestro paradigma tradicional (positivista/fordiano), por un
paradigma de colaboración, participación, inclusión, respeto y valoración de
las diferencias individuales.
Referencias
Martín, Q. (2007). Organización y dirección de centros
educativos innovadores. Madrid: McGraw Hill.
Ford, A., Davern, L., Shnorr, R. (1999). Educación inclusiva: Dar sentido al Currículo. En:
Stainback, S., y Staninback, W. (1999). Aulas
inclusivas. Madrid:
Narcea. (pp. 55-79).
Zuleima Corredor Ponce
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