viernes, 20 de febrero de 2015

Las adecuaciones curriculares





El tema de las adecuaciones curriculares es muy común en el ámbito de la educación especial, no así en educación regular, en la cual se generan procesos de enseñanza y aprendizaje dirigidos al grupo en general sin tomar en cuenta las diferencias individuales y las necesidades que en un momento determinado cualquier estudiante pudiera presentar. 

Entre los motivos que pudieran estar en la base de estos modelos educativos dirigidos a la “enseñanza colectiva” pudiéramos señalar: a) prevalencia del enfoque Taylorista de los centros educativos, caracterizada por la sobrestimación de lograr la mayor productividad, en el menor tiempo y con el menor empleo de recursos posible (Martín, 2007); b) escasez de recursos y materiales para el aprendizaje; c) poca capacitación del profesorado en estrategias de aprendizaje diferenciadas; d) excesivos controles administrativos tendentes a asegurar el cumplimiento del currículo más que propiciar aprendizajes significativos; e) sobrevaloración de un único tipo de inteligencia (memorística); f) sistema de evaluación basado en enfoques positivistas; g) valoración del educando en una sola dimensión (académica) en detrimento del desarrollo integral; h) uniformidad en la selección de métodos de enseñanza que no toman en cuenta los estilos de aprendizaje de los educandos.

En el caso de educandos con necesidades educativas especiales, con alguna discapacidad o con alguna dificultad de aprendizaje, aprovechar los aprendizajes escolares u obtener éxito en la escuela regular constituye una tarea titánica, puesto que la escuela, tal y como se ha planteado en el párrafo anterior, constituye un obstáculo para cualquier individuo que no se ajuste a la “norma” y que no esté en capacidad de ajustarse a ese sistema de cosas.

Ante el escenario real, en el cual los educandos manifiestan diferencias en la apropiación de los conocimientos, se requiere que la escuela garantice que a cada estudiante se le proporcionarán las herramientas y estrategias que les permitan adquirir esos aprendizajes desde sus potencialidades o fortalezas; contribuyendo así la igualdad de oportunidades.


¿Qué se entiende por adecuaciones curriculares?

Seguramente han escuchado con frecuencia este término o el término adaptaciones curriculares, pues bien, las adecuaciones curriculares son las decisiones y acciones planificadas que se diseñan e implementan con el fin de aplicar un currículo más adecuado a las necesidades y posibilidades reales de los educandos.

Las adaptaciones curriculares no son en ningún caso, una disminución de las exigencias propias de los aprendizajes programados para cada grado escolar, sino, que consisten en la definición de distintos caminos o estrategias, para posibilitar que “todos” los estudiantes puedan lograr esos aprendizajes desde sus condiciones particulares.

Para Ford, Davern y Schonrr (1999), no es otra cosa que apostar por una educación inclusiva, dando sentido al currículo. La escuela tal y como se concibe tradicionalmente es segregadora, promueve la “competencia” entre los estudiantes y excluye al que no logra aprehender el currículo. La escuela inclusiva por el contrario es abierta a la diversidad, promueve la cooperación e incluye adaptaciones para que todos puedan aprovechar al máximo el currículo escolar.

Tomaremos como referencia para el análisis que sigue, los planteamientos de las autoras antes mencionadas, Ford, et ál. (1999), quienes citando a Goodlad, señalan cinco claves para realizar adecuaciones curriculares inclusivas:

  1. Tomar en cuenta los objetivos generales de la educación
  2. Crear un marco curricular común
  3. Ofrecer un currículo significativo 
  4. Medir los resultados basándose en el rendimiento individual 
  5.  Reconocer la fuerza del currículo oculto.


  • Tomar en cuenta los objetivos generales de la educación:

Se refiere a la toma de conciencia acerca de los objetivos generales de la educación, es decir, dar su justo valor a los contenidos y asignaturas escolares, y al desarrollo integral de del educando.  Con mucha frecuencia la escuela y el profesorado olvidan la formación del ser humano integral, holística, el desarrollo de competencias sociales, el desarrollo personal, la conciencia ciudadana, el sentirse parte de una comunidad que es diversa, la resolución de problemas y conflictos cotidianos, el reconocimiento del arte y la cultura. 

Poco o nada se logra en la escuela si nos limitamos a enseñar matemáticas aisladas de la realidad, actualmente he observado cómo se salta cada vez más rápido de lo concreto a lo abstracto. Cada vez menos, los niños de educación inicial manipulan objetos, cuentan con los dedos, comparan objetos, manipulan granos, arroz, plastilina; se pasa muy rápidamente a la escritura de los números sin haber realizado suficientes actividades de aprestamiento.

Por otra parte, el bulling, el acoso, la anarquía y los problemas de conducta en general están llenando nuestras escuelas, estamos fracasando en la formación de seres humanos tolerantes, respetuosos, conscientes de su rol social. Formamos personas egoístas al hacerles competir por una mayor calificación, en lugar de fomentar la colaboración entre pares. 

De manera que la planificación del docente tanto la general como las adecuaciones curriculares, no deben enfocarse solo en los contenidos académicos, sino en el desarrollo de esos grandes objetivos de la educación que han sido encargados a la escuela. 

  •   Crear un marco curricular común.
 
Toma de conciencia de “todos” los educandos con sus potencialidades y limitaciones a la hora de realizar la planificación. Esto implica que en su planificación tanto general como específica, el docente deberá contemplar secuencias de aprendizaje y estrategias diversas para aquellos educandos que así lo requieran, pero sin alejarse del objetivo planteado para el grupo.

En la práctica se observa que en el caso de los docentes especialistas en dificultades de aprendizaje (DA) que trabajan en aulas integradas o en unidades psicoeducativas (UPE), su planificación es distinta a la del docente regular, este trabajo segmentado de la acción del docente especialista respecto a la acción del docente regular en nada ayuda a los educandos con DA o que presentan necesidades educativas especiales, o con alguna discapacidad. Se requiere que se genere un trabajo interdisciplinario coordinado entre todos los especialistas con que cuenta la escuela a la hora de planificar la acción educativa.

En muchos casos el estudiante con dificultades de aprendizaje recibe atención diferenciada en el aula integrada o en la UPE, pero al volver al salón de clases no hay continuidad, vuelve a quedar aislado de la planificación cuando no logra comprender lo que se espera de él. Definitivamente es un trabajo adicional para el docente regular, pero necesario, ya que nuestros niños se ven relegados en las aulas al no contar con las capacidades o habilidades, el tiempo extra, la explicación adicional, la estimulación de diversos canales sensoriales; sino que debe enfrentarse a una tarea que ha sido pensada para el grupo sin tomar en cuenta sus necesidades especiales.


  • Ofrecer un currículo significativo

Tradicionalmente la planificación docente se centra en objetivos y contenidos evaluables carentes de sentido práctico para nuestros educandos, el niño no sabe para que escribe. En los primeros grados el docente se enfoca en aspectos minuciosos como la pulcritud del cuaderno, los márgenes, el tamaño de la letra, la puntuación, la fuerza del trazado, mientras se descuida la enseñanza de la escritura como un medio para comunicarse. Muchos niños desarrollan dificultades de escritura por la tensión ante las exigencias del maestro por la forma, más que por el fondo mismo, el para qué sirve la escritura.

Lo mismo sucede con los aprendizajes matemáticos, es más importante la precisión y rapidez con que el educando resuelve ejercicios matemáticos abstractos, que la comprensión y asimilación de los procesos matemáticos. Los niños en primer grado resuelven correctamente sumas de hasta dos cifras, sin llevar, pero no comprenden, no son capaces de entender para que sirve aquel aprendizaje. A esto se suma, la excesiva importancia que se otorga a la memoria, memorizar tablas y castigar el uso de los dedos o cualquier tipo de material concreto para contar. 


  • Medir los resultados basándose en el rendimiento individual

Implica el empleo de estrategias de evaluación que nos aporten información acerca de los procesos que realizan los estudiantes, que promuevan el desarrollo del pensamiento, que generen posibilidades para resolver problemas; que nos señalen realmente cómo es la actuación del estudiante.

Como hemos señalado antes, si los contenidos escolares no son significativos y no responden a la experiencia del estudiante muy difícilmente podrán constituirse en aprendizajes verdaderos, que generen nuevas conexiones con aprendizajes previos para generar estructuras mentales sólidas.

Para generar procesos inclusivos desde el proceso de evaluación, se requiere tomar en cuenta las diferencias individuales, de manera especial si se tienen niños integrados en las aulas regulares. No se trata de condescendencia, sino de tomar en cuenta el esfuerzo y posibilidades reales de los estudiantes. Recuerdo aquella caricatura en que el docente señala que para ser justo aplicará la misma estrategia a todos: subir a un árbol; mientras los alumnos eran todos distintos: monos, elefantes, jirafas, ardillas…  

De manera que las estrategias de evaluación que se emplean deben ser ajustadas a la planificación que previamente se ha hecho tomando en cuenta las adaptaciones curriculares. En este sentido, el trabajo interdisciplinario entre docentes especialistas y docentes regulares es fundamental.


  • Reconocer la fuerza del currículo oculto

Las autoras que nos han servido de referencia, señalan la importancia que tiene el clima que se propicia en el aula, con una serie de aprendizajes “implícitos” “tácitos” que se van generando en los estudiantes. En este sentido el rol del docente es fundamental, ¿qué tipo de ambiente escolar estamos promoviendo?, ¿un ambiente de colaboración y cooperación?, ¿de apertura a la diversidad?, ¿de respeto y tolerancia?; ¿o un espacio en el cual se promueve la competencia?, ¿la sobrevaloración de un solo tipo de inteligencia?, ¿el premio a los “académicamente superiores”?

Todas estas acciones conllevan a generar en nuestros niños una conciencia de lo socialmente aceptable, que va más allá del currículo planificado; estos elementos o estas vivencias que el niño experimenta en la escuela, es lo que se conoce como currículo oculto. Es tan importante el ambiente que generamos, para enviar a los niños el mensaje correcto, pues a veces sin querer, estamos promoviendo dentro de nuestras aulas de clase, verdaderos escenarios de exclusión y etiquetamiento. ¿Cuántas veces hemos dicho: al que termine primero le doy un caramelo o una cara feliz?; lo que va generando en los niños que requieren más tiempo la idea de que ellos no sirven.

De manera, que en nuestro rol docente debemos hacernos conscientes del importante valor que ejerce el currículo oculto en todos los niños, pero particularmente en aquellos con necesidades educativas especiales. Cambiemos nuestro paradigma tradicional (positivista/fordiano), por un paradigma de colaboración, participación, inclusión, respeto y valoración de las diferencias individuales.





Referencias

Martín, Q. (2007). Organización y dirección de centros educativos innovadores. Madrid: McGraw Hill.

Ford, A., Davern, L., Shnorr, R. (1999). Educación inclusiva: Dar sentido al Currículo. En: Stainback, S., y Staninback, W. (1999). Aulas inclusivas. Madrid: Narcea. (pp. 55-79).


Zuleima Corredor Ponce
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